18 febrero 2012

ERA DIGITAL: Todo pasa... ¿pero cuánto queda?

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A PROPÓSITO DE "LA FRÁGIL MEMORIA DE LA INFORMÁTICA"*
Escribiste un mail, Publicaste un archivo, Etiquetaste una foto...
---Y SI... ¡¿se CORTA?! 
http://www.todopasa-pocoqueda.com
                                                                             
por Delfina Morganti H.-
En El Retrato de Dorian Gray, el reconocido y polémico dramaturgo irlandés Oscar Wilde afirma que a las mujeres les encanta usar la palabra "siempre" y sugiere, además,que la ruina de todos sus romances se origina, precisamente,en que tratan de hacer durar cada relación hasta el infinito, "para siempre". 

Ahora bien, si trasladamos esta ansiedad del "por siempre y para siempre" (concepción tan histórica como humana)al actual campo de la tecnología, ¿qué podría decirse sobre los próximos capítulos de la historia entre el ser humano y su bella Internet? ¿Tendrá aquel vínculo íntimo con la Web 2.0, vínculo cuasi simbiótico,fecha de vencimiento?
Quizás pensar en la plausible caducidad de Internet, en el divorcio entre la Web y el hombre, pueda sonar desde pesimista hasta anticuado, e incluso para algunos cibernautas podría palparse hasta como algo ultramundano.Muchos dirán que si la televisión no ha dejado de existir en su avance legítimo y perseverante hacia la era digital, poco tiene que temer Internet al dar sus propios pasos agigantados hacia el desarrollo máximo, desarrollo que ya ha conducido, por otra parte, a los llamados "buscadores semánticos" de la nueva Web 3.0.

Pero aún así, aún si la Web en su trayectoria de perfeccionamiento sin fin llegara a durar hasta el infinito en tanto red de redes, ¿hasta qué punto será posible conservar (todo) lo que se publica en ella? ¿Leerán los hijos de mis hijos lo que escribí hace doscientos años atrás en un espécimen de red llamado blog? ¿Sabrán siquiera que existió algo semejante? En fin, ¿quedará algo de todo lo que pasa?


Ya que surjen más y más interrogantes, ¿qué pasará con esos mails que por darnos tal o cual noticia cambiaron aquel día y sí, para "siempre", el rumbo de nuestras vidas? ¿Alguien los imprimió, se conservan en la bandeja de entrada todavía, servirá de algo ese marcador de "ESPECIAL" o "IMPORTANTE" dentro de una década o menos? 

¿Y las fotos? ¿Qué pasará con esos famosos álbumes de fotos "comentados" por cientos de miles de contactos? ¿Sobrevivirán si se las almacena durante la era digital, esta era en la que hablar de disquete es evocar vocabulario prehistórico de hace apenas seis años atrás, era en la que un CD-ROM se halla hace tiempo en peligro de extinción?

Según datos sobresalientes en La frágil memoria de la informática por Andrés Hax* (nota de tapa de Revista Ñ, Clarín, sábado 11/02/2012), existe cada vez mayor conciencia sobre la imperiosa necesidad de construir los denominados archivos digitales.

En palabras de la directora de Servicios de Archivos del "Internet Archive", Kristine Hanna, para Ñ, "es una falacia y una mistificación que si algo está en la Web, estará allí para siempre". Además, Hanna agrega, dado que "la Web se está convirtiendo en nuestro tejido social", resulta imprescindible que "capturemos todo lo que sea posible", tanto para el hoy como para el mañana.

Para quienes la computadora funciona como 3 en 1 (por ejemplo, como máquina de escribir, portal de apertura al mundo y vehículo foto-cinematográfico), puede resultar difícil pero inevitable especular sobre lo que vendrá. La computadora del siglo XXI ha superado ampliamente a aquellos prístinos ordenadores que ocupaban una habitación entera y se circunscribían a determinadas funciones,usuarios y servicios. En la era digital, la computadora (y, por qué no, también los "BlackBerry"), contienen gran parte de lo que todos nosotros somos y hacemos. 

¿Por qué tienen éxito las redes sociales? Porque permiten que nuestro "yo" alcance su máxima expresión, se libere de toda atadura previa para conquistar el propio ego en un espacio tan efímero pero sin embargo, a pesar de la "barrera" que es y no es la pantalla, espacio concurrido. 

De alguna manera, nuestro ser se halla encapsulado en cada red social con la que trabamos contacto, y todo marcha bien por el momento. Pero, ¿y si un día colapsara no sólo el sistema de una empresa en particular sino el del mundo entero? ¿Acaso no hay películas de ciencia ficción al respecto todavía, o es que me las estoy perdiendo, y me las figuro ya en mi mente?
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DE TESTIMONIOS Y ANÉCDOTAS
Mi primera computadora la adquirí por azar a fines del año 2007. Estaba apenas usada pero el vendedor, quien mudaba su ciberespacio y por entonces estaba liquidando todo cuanto había formado parte de su negocio, garantizaba durabilidad a una cifra casi regalada.

Aquel año terminaba de cursar la escuela secundaria. Mientras la mayoría de mis compañeros había contado con uno, dos y hasta tres ordenadores en sus casas durante su infancia y adolescencia, yo había corrido al cyber cada vez que había que presentar un trabajo impreso o hacer búsquedas virtuales. No sé cómo, pero de alguna manera sobreviví primaria y secundaria completas sin contar con una computadora al alcance de la mano.

Crecí viendo a la tecnología como un agujero en mi propia capa de ozono. Detestaba las asignaturas de Computación o Tecnología de la Información Contable (TIC). Sin embargo, dos años después de adquirir mi primera y todavía actual computadora, hacia mayo de 2009, comencé a escribir mi primer blog, mi primera experiencia con la Web 2.0. Hoy ya cuento con tres blogs diferentes en mi haber, cuentas en cuatro de las redes sociales más populares y alrededor de cinco cuentas de correo electrónico entre mis servidores personales y profesionales.

Pero, si bien me adapté rápidamente a las herramientas que ofrece Internet, paradójicamente, cuando se trata de tecnología, me suelo comportar como lo que en inglés suena creativo llamar "diehard": una persona un tanto resistente al cambio. Y es que, si bien exprimo al máximo los beneficios que otorga la Web 2.0, todavía conservo, y a mucha honra, más de una treintena de cassettes de sesenta y noventa minutos arriba de un minicomponente que por fortuna acabó en mi habitación. Algunos de ellos fueron grabados por mí directo desde diversas FM que ya caducaron, y otros me llegaron como legado de mis padres oriundos de los Bee Gees, Simon & Garfunkel, Roxette, Elton John y Fito Paez. 
En otra habitación, mi hermano y yo guardamos casi por inercia alrededor de cuarenta VHS que contienen en sus cintas—ojalá aún sean reproducibles— todos aquellos títulos de Disney, Pixar y Warner Bros. que nos arrancaron lágrimas y carcajadas durante nuestra infancia y parte de nuestra adolescencia. Todavía tengo rollos de fotos sin revelar de hace cinco años atrás, y como si alguna vez fueran a evolucionar al estadio de libro encuadernado, archivo como si fueran oro todos mis borradores, bosquejos y manuscritos de las primeras novelas, poesías, canciones y cuentos que, si bien no son de los más legible que he escrito, son parte inexorable de mi vida literaria.

Ahora pienso en mi colección de soportes anticuados, y luego en mis archivos digitales... ¿Qué va a ser de las notas publicadas en este blog? ¿Tendría que archivar las que me faltan en papel, por las dudas? En mis peores pesadillas, he soñado que se incendiaba la casa que contiene mi biblioteca que contiene mis manuscritos que me contienen a mí... Cada vez que desperté de ese tipo de sueños, adoré la realidad por no ser tan cruel como mi inconsciente lo ha sido conmigo. Pero, ¿y si de verdad colapsara la Web? ¿Si el corte de luz fuera masivo e irreversible...? Isaac Asimov debería haber escrito un cuento futurista al respecto, o quizá ya lo hizo. A mí me basta con verter mis pensamientos en esta nota. La temática futurista en el género cuento por lo general me deprime, pero en una nota periodística me intriga y me invita a la reflexión...
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Ahora bien, perder el hardware sería poca cosa comparado con lo que podría despertar en cada uno de nosotros, los seres humanos, el hecho de perder todo contacto, único e irrecuperable, con un medio tan versátil como es la red. Y no sólo perderíamos la herramienta, también sentiríamos la frustración tras horas y horas y horas de vida dedicadas al "networking", las "actualizaciones de perfil", "las configuraciones de cuenta", etc., etc. En fin, en simbiosis casi plena como se halla el hombre en la actualidad con la misma era digital de la que es cómplice, protagonista y, quizá, víctima, perder todo ese caudal de información, de producción auténtica y propia, de inversión de tiempo, físico e intelecto equivaldría, y no en pocos casos, a perdernos a nosotros mismos.

Es que en la era digital, ya pocos se molestan en marcar la diferencia antes tan aparente y tajante entre realidad real y realidad virtual. Perder la posibilidad de publicitar mi empresa en un sitio Web de seguro implicaría pérdidas para mi negocio. Perder contactos en la Web equivale muchas veces a perder contacto con aquellos que forman parte de la vida real y del cara a cara. Perder, en fin, sin esperanzas de recuperar, podría generar una crisis semejante a la que están atravesando los primeros países europeos actualmente, semejante a toda crisis ocurrida en el ciclo económico-social de cualquier país del mundo: así como si pierde de ganar su bolsillo, pierde el empresario, si es que alguna vez perdemos a la Web, estaríamos en grandes riesgos de perdernos gran parte de nosotros mismos, de nuestras creaciones y producciones.

De acuerdo con Andrés Hax en La frágil memoria de la informática, todos nuestros "actos de afirmación del presente", nuestros "actos de memoria—sacar una foto, escribir mensajes de texto a un amigo, filmar un video, o leer un artículo en un sitio Web— son en realidad chapuzones infértiles en un gran mar del olvido". 

Los archivos digitales, que podrían ser una solución a mediano plazo, tampoco rescatan la totalidad de la información que viaja por la red. De todas maneras, podría ser parte del sentido común consolarse con pensar que en la historia de lo recibido, una comunidad pierde, indefectiblemente, miles de testimonios, archivos, fuentes, etc. en el transcurso del tiempo y el cambio.

¿Qué hacer, entonces, ante lo versátil y a la vez tan frágil de la Web 2.0? ¿Cuál sería la solución para no dejar un "vacío como legado" a nuestros descendientes?

Dentro del boom de la era digital, y mal que nos pese por experiencia, son cada vez más los usuarios que rinden homenaje o simplemente adhieren a lo que ha devenido en la "cultura del backup" o, prescindiendo del préstamo del inglés, de las "copias de seguridad". ¿Y cómo cultivar el backup? Si publicaste una foto, por ejemplo, no esperes que Internet la tenga disponible cada vez que la quieras ver, editar, etc.: rendir culto al backup implicaría almacenarla, como mínimo, en dos soportes tangibles como pueden ser un Pendrive, o cualquier dispositivo USB, o hasta en papel. 

¿Escribiste un blo? No te conformes con archivar tus "entradas" o posts en un listado virtual: hacé que tus publicaciones estén también registradas en tu agenda, confeccioná listas de títulos, imprimílas y/o enviátelas a tu propia cuenta de correo electrónico. Por último, si hay un mensaje que te llegó vía correo electrónico y sus palabras te conmovieron, te inspiraron o te gustaron tanto que quisieras conservarlas a mano para leerlas a la brevedad, no dejes de imprimir ese mensaje: archiválo junto con la hora, fecha y remitente del original y, si te parece, también adosá tu respuesta a la versión impresa. 

Claro que al cultivar el backup como medida de primeros auxilios no se sentirá lo mismo que al guardar las cartas escritas de puño y letra. Tampoco estaremos emulando aquellos días en que uno llevaba a revelar un rollo de foto sin dudar ni un segundo, y conservaba los negativos por si alguna copia hiciera falta... Pero si el fin es convertirse en un pequeño archivista de las propias y/o ajenas producciones digitales, ¿por qué no?




*El texto que inspiró esta nota en De Artículos y Revisiones fue publicado en la versión impresa de Revista Ñ del sábado 11 de febrero de 2012. Para la versión digital, seguir el enlace http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/tecnologia-comunicacion/La-fragil-memoria-de-la-informatica_0_644335568.html





4 comentarios:

  1. I sometimes think what would happen if my articles dissappeared. I wonder whether it's worth publishing at all with the risk that such a thing may happen. I stop thinking immediately and take the necessary safety measures (like you suggest: keeping the file on my PC and pendrive as well as on the net.)
    I totally agree that progress is so huge and fast that we MUST be cautious if we don't wanna miss a thing (;D)

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  2. You made me laugh! you agree, I agree... what now? =/ Lol!

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  3. Delfina, el tema de la "memoria en línea", por llamarlo de alguna manera, es algo que realmente me obsesiona. Creo que hay dos partes en esto: primero, todo lo que sube a internet, de alguna manera, está siempre allí, es imposible hacer "desaparecer" algo que queremos borrar definitivamente de la web. Me pasa con algunos comentarios que hice alguna vez y, como una maldición, cada tanto aparecen de nuevo en las búsquedas de Google. O una página que alguna vez hice, hace bastante más de diez años, en Geocities (eran tiempos pre 2.0), que creía desaparecida pero que una vez encontré en un sitio que duplicó muchas páginas de ese viejo portal que ya no existe más. Por otro lado, tengo una tendencia a almacenar en diversos soportes lo que me interesa de alguna manera, aunque sé que el 90 por ciento de todo eso jamás lo voy a volver a usar. Yo creo que esa cuestión del "para siempre" funciona como en la "vida real": seguramente sobrevive un diez por ciento de las fotos que saqué en mi vida, esas con rollo y copia en papel. Perdí muchísmas cosas que alguna vez escribí de puño y letra, lo mismo con objetos que alguna vez creí imprescindibles y que finalmente no lo eran. Es que, al final, nada es imprescindible, el día que ya no esté en este mundo el 99% de las cosas que amontoné durante todos estos años de vida van a ir a parar al tacho de basura. Solamente un puñadito de mis cosas van a sobrevivir, en internet.
    Sé que tengo que vivir con esa contradicción de amontonar, almacenar y recopilar cosas que seguramente jamás me van a servir de nuevo, que nunca le van a servir a nadie. Y, cada tanto y con algo de pena, hago limpieza general y desaparece de un plumazo una colección de kilos de papeles inútiles a la que le guardo mucho cariño. Los seres humanos somos así, analógicos o tecnológicos, pero al final siempre seres humanos. Saludos

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  4. Gracias Hernán por explayarte en tus puntos, se puede exprimir bien el comentario... Por mi parte, almaceno tanto en papel, que ya no sé dónde almacenar. Tengo, en serio, papeles por todas partes. Arriba dele scritorio, sobre la silla, al costado de la silla en bolsas colgantes, arriba de la cama (los subo y los bajo para dormir), ¡abajo de la silla! Abajo del escritorio, en la otra habitación, en la biblioteca, arriba de la biblioteca, en todos lados. SIempre pienso que si mi casa se incendia, primero voy a arder yo. Y mis escritos.

    Es cierto que cuando uno se va de este mundo, no se lleva nada de todo eso. Pero pienso en la idea del legado. Aunque sea un familiar tendría derecho a contar con parte de estos archivos, o eso creo yo. A mí como hija de, sobrina de, etc. me encantaría reconstruir la vida de alguien a partir de sus archivos. Pero entiendo que no a todo el mundo le tiene por qué interesar... Por lo menos sí vuelvo a al menos la mitad de las cosas que almaceno. Siempre hay algo que tengo que citar, algo que quiero retomar, y ahí está, empolvado y me ensucia las manos, pero sirve a los fines prácticos del presente. Aunque date de cinco años atrás. (Los cuadernos estúpidos de primaria y los dibujos impresentables están todos fuera de mi casa hace rato. A esos sabía que no les iba a dar uso nunca jamás). ¡Slds.!

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