01 febrero 2012

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Cuando la moda se pone de moda…
¡Nadie la para!
                                    

Por Delfina Morganti H.

Advertencia. Disclaimer.
Empecé a escribir este artículo en papel higiénico. Suelo llevar un block de notas conmigo siempre, pero entonces me lo había olvidado: iba con mi mamá a ver la encarnación de Rebecca Bloomwood en el cine. La decepción fue tal que cuando salí del baño compré una birome cualunque y ya me había procurado un rollo largo de papel. Estaba tan enojada con la idea de comprar y vender que me rehusé a pagar por papel, y a medida que paseábamos distraídas mirando vidrieras, comencé a escribir todo lo que me había disgustado de la película y por qué. A continuación, la nota revisada (ya no en papel higiénico)
                                                                                                                       
Cuando en el año 2006 se estrenó la película “El Diablo viste a la moda” (The Devil Wears Prada), con Meryl Streep y Anne Hathaway, el film causó un revuelo entre el público femenino de todo el mundo. Pero también despertó el interés de muchos hombres, tanto diseñadores de moda, como críticos del espectáculo. 

Para quienes supimos leer entre líneas, el film fue más que una maravillosa obra de arte basada en la novela del mismo título escrita por Lauren Weisberger. El argumento constaba de una joven carismática e intelectual (Anne Hathaway) con ansias de llegar a trabajar para el medio gráfico. Con este objetivo en mente, se propone ganar tiempo adquiriendo experiencia laboral recomendable en Runway Magazine, una de las más prestigiosa revistas de moda dirigida por Miranda Priestly (Meryl Streep). Poco a poco, el desenlace y la fotografía de la película van haciendo desfilar frente a los ojos del espectador cada vez más revelaciones acerca del mundo de la moda. Pero sin duda la trama buscaba algo más que sacar a relucir atuendos coquetos y extravagantes. Sin penetrar en el desdén, esta comedia dramática también puede leerse como una implícita pero majestuosa "denuncia" al casi impenetrable mundo de la moda. Esto, sin dejar de sugerir las dificultades que se le pueden presentar a un novato sin conexiones a la horade intentar ingresar al codiciado mundo del periodismo.

Por otro lado, en el año 2009 llegó a la pantalla grande una historia con un argumento similar aunque quizás explotado con menor seriedad que el sabor agridulce que deja la trama de El Diablo Viste a la ModaConfessions of a Shopaholic, traducida como “Loca por las compras”, mostraba a la actriz Isla Fisher en el rol de Becky Bloomwood, periodista especializada en economía y finanzas que se pasa la vida aconsejando a otros sobre cómo economizar mientras que sus propios cálculos la llevan al borde de su crisis financiera. Al igual que la protagonista de El Diablo Viste a la Moda, Rebecca Bloomwood está inmersa en el mundo editorial, y al igual que la película de El Diablo Viste a la Moda, la de Bloomwood está basada en una serie de libros, escrita por Sophie Kinsella. En ambos casos, los productores de cada film seleccionaron un argumento perteneciente al género de lo que se denomina chick-lit (chick por chica y lit por literatura, literatura para chicas). 


Es que desde que los productores estadounidenses (en este caso hablamos de una de las ramas de The Walt Disney Company, Touchstone Pictures) descubrieron que la moda está de moda, parece que no van a parar. Si tenemos en cuenta la seguidilla de películas que se vienen estrenando con una clara orientación hacia el público femenino en los últimos años, vendrán a nuestra mente títulos como “El Diario de Bridget Jones” y “Sex and the City”, "Nueva en la ciudad", y aún más. Pero “Loca por las Compras” partía de una base diferente: también surgida como adaptación de la literatura, el resultado cinematográfico no sólo dista de asemejarse a la saga en grandes aspectos sino que además condensa seis libros en uno. De todas maneras, lo que me movió en el 2009 a escribir esta nota que ahora reviso mientras paso en limpio fue otro detalle.
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LOCA POR LAS COMPRAS
EL LIBRO
The Secret Dreamworld of a Shopaholic o bien, Confessions of a Shopaholic es el título en inglés del primer volúmen de la serie Loca por las compras, por Sophie Kinsella.
Rebecca Bloomwood es una periodista para nada reconocida que trabaja para una revista de finanzas para nada popular. Sin embargo, la comodidad que le ofrece su empleo nunca le había llevado a pensar en cambiar de carrera: no hasta que se dio cuenta de que estaba inmersa en un gran laberinto sin salida producto de sus desbordes financieros y su implacable adicción a las compras. Como una verdadera compradora compulsiva, Becky no empieza por reconocer su obsesión por salir de compras hasta que su situación se vuelve insostenible y tiene que acudir a su entorno para recuperar su vida, su dignidad y sobre todo... su cuenta en el banco.
Con un sensato humor al estilo inglés, Sophie Kinsella retoca su obra con episodios semejantes a los de la realidad en el mundo capitalista de hoy. La narración en primera persona del personaje principal lleva al lector a reír, más de una vez, en voz alta. Imperdible, ¡adictiva sin reproches!
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La escritora de "Loca por las compras", conocida por su seudónimo Sophie Kinsella, logró que su personaje Rebecca Bloomwood pasara de ser conocida por un público grande pero aun limitado al terreno anglosajón, a ser querida por todo Latinoamérica y el universo hispanohablante en general. Probablemente el libro fue traducido al español al tiempo que se sabía que se estrenaría la película, y el ejemplar no es uno de los pocos que, lejos de llevar en su portada el diseño gráfico original, luce más bien a la actriz de la película desbordada de bolsas de compra, con cara de pobre dedudora morosa pero feliz. Esta tendencia de alterar el diseño de la portada de un libro según cómo vende el film es similar a la moda de los libros que se escriben después de las películas, cosa de que la gente diga, "Mirá, ¡es el libro de la peli!" Ya no importa tanto el título, ni el autor, ni siquiera el argumento. Si está George Clooney en la tapa, entonces hay que leerlo. Si no está Keira Knightlety en la tapa, entonces no quiero tener la versión traducida de "Expiación, Deseo y Pecado". El libro parece volverse un elemento más de todo el merchandising que gira en torno a la promoción del producto audiovisual, y mientras el cine da cuerda a la literatura, también la literatura sirve a la industria del cine con textos que, o bien figuran primeros en los rankings de ventas, o bien se consagran como best-seller después de que se estrenó la película.

Los escritores se hacen la fama pero no se echan a dormir. Venden historia, personaje, todo. Ceden la portada a las leyes del mercado, alimentan las estrategias de marketing y se dejan llevar hasta el final, como lo hizo la reconocida J.K. Rowling, quien de alguna manera me dio la sensación de que no aprobaba todo lo que firmaba a la Warner Bros. Pero esa es mi sospecha... 


Y los shopping, sin perderlas de vista...
Más allá del hecho—porque es un hecho—de que la esencia de la mayoría de los personajes se mantuvo en la película de "Loca por las Compras", lo que realmente me impulsó a escribir este artículo fue que los yanquis la hicieron pero a su manera. Compraron una muy buena historia, original, con un entorno más que realista y un personaje tan inmaduro como los que solemos encontrar en el siglo XXI. Inmediatamente después se desprendieron de todos los elementos que hacían de Rebecca Bloomwood un ser especial pero de alguna manera no tan estúpido y en consecuencia la película presenta a una protagonista con voz aguda y pensamiento retardado. El personaje en el libro es inmaduro, pero dista de ser tarúpido. 

Pero lo más notorio para el que leyó al menos uno de los libros que componen la saga es el cambio drástico de localización original de la historia. La gran parte de los hechos que se presentan en la película son extraídos del primer libro, cuyo desenlace transcurre siempre en Londres. En el segundo libro, Becky viaja a Manhattan por cuestiones de trabajo de su concubino, pero su acento sigue siendo británico. Su humor, lo poco que tiene de ingenio, las referencias culturales, los juegos de palabras pertenecen a la cultura británica. Sin embargo, la actriz contratada para el papel no sólo es estadounidense, sino que no fue entrenada en la adquisición de los rasgos de acento británico. A nadie pareció importarle desprender al personaje de su origen, se le ha restado importancia para que todo sea funcional a Hollywood...

Si bien mi argumento podría ser tildado de capricho e irrelevante, ¿por qué entonces cuando se contrató a Renée Zellweger para interpretar a Bridget Jones no sólo engordó para hacer su personaje sino que también le hicieron tomar clases de inglés británico para que se le peara el acento? Lo mismo ocurrió con Anne Hathaway, cuando interpretó a Jane Austen en "La Joven Jane Austen". Esto demuestra que si se quiere se puede, y que si no se pudo fue más por una decisión consciente que por una mera casualidad. 
El acento hace a un personaje, así como también la ciudad en donde vive y la cultura en la que está inmerso. A Rebecca Bloomwood no se la traslada a New York sino por un corto período de tiempo y recién en el segundo libro, pero ella nunca deja de ser londinense. Lo que me molestó como seguidora de la serie y también como lingüista fue que los yanquis se salieron con la suya, vendieron la historia al mundo casi como si fuese propia, como si Manhattan hubiese engendrado a Becky Bloomwood. Para quien desconoce la saga literaria, se deja llevar por la película e ignora la verdadera esencia del personaje. Una lástima.
Sophie Kinsella, seudónimo de la autora de la serie
Loca por las Compras.
Eso no es todo. Hay una anécdota. Cuando fui al shopping Alto Rosario a ver esta película, estaba muy ansiosa, ansiosa como uno lo está cuando va a haber qué habrán hecho del personaje que lo atrapó durante libros y libros... Si bien estaba entusiasmada, no dejé de percatarme de otra estrategia de venta. Por entonces, cuando entré al shopping, ví carteles por todos lados, no sólo auspiciando el film sino prometiendo un descuento en determinados locales "con la entrada de esta película". Entonces pensé, "si la publicidad que ofrece el descuento estuviese en la calle, como ocurre con “Crepúsculo”, sería más inofensiva, pero, ¡qué casualidad! El auspicio se da justo adentro del shopping". La tentación para el que sale de ver "Locas por las Compras" sería más fuerte, y de seguro la publicidad tuvo mucho éxito.

Inmediatamente cuando salgo de ver la película cuya moraleja es clara—la obsesión por lo material te puede a conducir a la ruina, tanto financiera como emocional—me encuentro con sucesivos carteles con el póster de la película colgando del techo, bombardeándome otra vez. No sólo estaban a la entrada, sino por todas partes. ¿Acaso el shopping estaba fomentando ir a ver otras películas también? No, sólo la de “Loca por las compras.” ¿Salía más barato ir a ver esta película? No... ¿Estaba el shopping, aldea global de la que pocas presas salen vivas sin haber gastado un peso, siendo caritativo con los productores del film? ¡No, tampoco! La película auspiciaba las compras, y las compras... ¡a la película!

Está más que claro el por qué de aquella publicidad. Ningún aviso publicitario es inofensivo, claramente. Pero este desbordaba de estímulos, cosa de que las mujeres, blanco oficial de los shoppings, salgan y no tengan tiempo de reflexionar sobre la moraleja de qué pasa cuando uno gasta más de lo que tiene, sino que al contrario, salgan queriéndose comprar de todo, volviéndose locas—por si no lo estaban ya— por las compras.   ◘ ◘

























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